Don Sata y yo.
Me acosté temprano, porque había estado toda la tarde jugando a las cartas en el bar de la esquina y tomando unas copitas de licor. Resultado: a las once de la noche me caía de sueño, así que me fui al sobre.
Desperté ante unos zamarreos que me daba una persona. Estaba sentado en el borde de la cama y me miraba fijamente. Sus ojos parecían que despedían fuego.
Lo reconocí enseguida. Era don Sata. Era nada menos que el Diablo.
—¡Despierta boludo! —me dijo cariñosamente
Me senté en la cama y le contesté también con cariño
—¿Qué mierda hacés aquí? Yo no tengo nada que ver con vos. Nuestras cuentas ya las arreglamos hace tiempo y no te debo nada.
—Pero Zummcito, te olvidaste que me debés cien luquitas que me mandaste pedir con tu cuñado?
—¡Mentira! ¡Yo no te pedí nada! Si el maldito de mi cuñado te pidió algo, cobráselo a él.
—¡Bajando el tonito y no te olvides de tratarme con el respeto que merezco! Debes dirigirte a mí con los títulos honoríficos que siempre me has dado.
—Disculpe usted, Señor de los Infiernos. Pero yo no le he pedido nada
—Lo que me debe tu cuñado, me lo debes tú, que eres el garante de él.
—Pero, Su Excelsa Fealdad, eso es injusto
—¿Quién en esta vida puede decir lo que es justo o no?
—Le suplico Su Honorable Repugnancia que lo piense bien. Además Su Gracia Pedorra, no tengo un peso.
—Pero tenés un almita que algo debe valer…
—¡No, Gran Señor Masturbatorium Rex, Mi alma no vale nada. Siempre he sido una mala persona…
—Tendré que ver tu prontuario en el Infierno
—Le juro Su Burbuja de Pedo Envasada al Vacío, que casi no tengo alma.
—Alguien me tendrá pagar las cien lucas
—¡Yo nó, Gran Visir de los Trolos Arrepentidos, yo no!
—Y ¿Quién entonces?
—Mi cuñado, Oh, Guardián del Mal Camino de las Chicas Fáciles y Fumadoras. Sí, mi cuñado.
—Pero a vos te tengo más a mano. Tu cuñado vive en la loma del peludo y es bastante peligroso andar de noche en ese barrio.
—Pero, Su Gran Marranada, usted es el Demonio. No puede tener miedo…
—A veces también tengo miedo
—No puede ser Oh Gran Colonizador de las almas deshonradas y zurcidas
—Mirá que el miedo no es zonzo
—Pero Impertérrito Señor de la Cagarrutia Felina, muestre su valor, que lo tiene y mucho
—Por eso me gusta tratar con vos. Los tíitulos honoríficos que me pones me llenan de orgullo
—Oh, Gran Chef de los Platos Exóticos con Perejil, usted se los merece
—Ya lo sé y me alegra que me los reconozcas
—Siempre lo hago Oh, Gran Señor de las Cagadas de Perro Pisadas Descalzo
—Debo reconocer que así es, pero igual me debes la guita
—Oh, Gran Príncipe de la Suciedad de los Baños de la Cancha de River, después del Cocierto de los Rolling Stones, Por lo menos deme un plazo para poder conseguir el dinero, Oh, Gran Chef Catador de la Lepra Licuada
—Te puedo hacer otro préstamo, si tu quieres
—Ejem, estaba por decírselo, Oh Sheik de los Orgasmos de Víboras de Sangre Caliente, pero veo que usted como Gran Visir del Escorbuto Marinero, me lee el pensamiento
—Te voy a dejar otras cien lucas, porque hoy estoy bondadoso
—Gracias, Gran Señor de la Jalea de Cerebros de Obispos
—La próxima semana, me daré una vuelta por acá, a ver si conseguiste mi platita
—Está bien, Oh Gran Campeón de las Escupidas a Distancia
Tendré que agarrar a mi cuñado y darle una buena paliza para que me de la plata. ¿Porqué será que cuando uno se humilla tiene que decir Oh?
Y qué vaya a buscarlo a tu cuñado a la loma del peludo, para qué es demonio, además, ya anduvo por ahí, ¿no es el mismo lugar dónde el diablo perdió el poncho?
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