lunes, 8 de noviembre de 2010

Mis personajes


Cuento tras cuento, historia tras historia, van naciendo nuevos
personajes. A algunos los amo, a otros solamente los soporto,
porque los necesito para armar el cuento y a otros los detesto
y trato de eliminarlos, lo antes posible. No soy como otros que
escriben y quieren a sus personajes como si en realidad los
hubieran parido. La gran mayoría de los escritores quieren a
sus creaciones como verdaderos hijos y capítulo tras capítulo
los van puliendo, mejorando, dándoles una personalidad bien
marcada.
A veces leo una novela y en el capítulo final, los personajes
han cambiado substancialmente de lo que eran en un
comienzo, a lo que son al terminar.
Creo que eso está bien en una telenovela, en un culebrón, en
que el guión lo van haciendo a la medida de las preferencias
del televidente. Así tenemos por ejemplo, en que no vacilan en
matar a un personaje en un accidente, mostrando el velorio y
el entierro y a los pocos días hacerlo resucitar como si tal
cosa, aduciendo que llegó de un largo viaje. En verdad ¡hay
público para todo!
Una amiga me ha dicho que yo me enamoro de los personajes
femeninos que yo mismo invento. Puede ser que tenga razón,
ya que creo a esas mujeres a mi gusto, como yo quisiera que
fueran, aunque jamás haya tenido la suerte que la mujer que
idealizo, me quiera..
Entonces escribo creándola a mi manera; Que sea mexicana,
por el acento cadencioso al hablar, que tenga 25 años porque
es la edad en que la mujer deja de ser una niña y se hace
hembra de verdad, que sea educada, si es profesional, mejor.
Que le guste la música clásica como me gusta a mí. Que
también tenga algún defecto, por ejemplo, que le guste Fito
Paez. Que le agrade leer y si le gusta escribir, lo haga con el
corazón. Que sea media loquita ,como yo, que en cualquier
momento agarre sus maletas y salgamos de viaje a cualquier
parte, que esté dispuesta a pernoctar esta noche en una
tienda de tuaregs, en algún oasis y mañana estar haciendo la
fila para que nos dé la bendición el Papa y apurándonos para
el vuelo a Inglaterra, a ver el cambio de guardia y al atardecer
estar en Irlanda, tomado cerveza negra a temperatura
ambiente en algún Pub, de donde nos sacarán a empujones
por pendencieros y ella me enjugará la sangre de la nariz, que
casi me rompe ese gigante irlandés al que ella le dio una
patada en los cojones.
Tener una compañera así, es sólo un sueño, pero sigo
buscándola. Mientras tanto me conformo con sacarla de mi
imaginación y plasmarla en un cuento y porqué nó,
enamorarme de ella.
Con los personajes masculinos, soy diferente. Siempre tengo
un preferido al que permanentemente pongo en confrontación
con los otros. Son enamoradizos, románticos, queribles y los
malos son malos de verdad. Sin atenuantes. Cuando iba al
sicólogo, este me decía luego de leer algún cuento mío que yo
tenía demasiado definidos el bien y el mal, sin términos
medios y que en la vida real la situación era completamente
diferente. El bien y el mal intrínsicamente puros, no existen y
vivimos en una ambivalencia que solo nosotros debemos
definir, de acuerdo a nuestra conciencia. Por eso, lo que a mí
en este momento me parece bien, a otra persona en la misma
circunstancia le parece terrible. Prefiero hacer a mis
personajes lineales, sin cambios ostensibles. El que es bueno,
seguirá siendo bueno, sin convertirlo en esos personajes
retorcidos que no terminan de convencer a nadie.
Mis personajes aman, odian, sufren y se alegran de acuerdo a
mi propio estado de ánimo. Jamás borro nada. Creo que es lo
mejor.
7

jueves, 4 de noviembre de 2010

¿Qué busco?


¿Qué busco?

No lo sé todavía. Salí a la calle enloquecido. Un río de autos amarillos me rodeó. Sus bocinas me ensordecieron y no me dejaban pensar. A lo lejos, nítidamente se escuchaba una sirena. ¿Vendrían por mí? ¿Qué mal les he hecho para que me encierren en una casa de locos? ¿Qué culpa tengo que los fantasmas se metan en mi mente? Yo no elegí ser así. Debo buscar algo. Algo que me dé la solución a mis males. Algo que haga que ya nadie me mire con temor o con odio. He logrado escapar de mis carceleros. No sé por cuanto tiempo. Solo visto un pijamas azul y estoy descalzo. Nadie me ofrece su ayuda. Y lo peor de todo es que no sé lo que busco ni donde encontrarlo. Me esconderé en esa plaza hasta que anochezca y pueda caminar sin que noten mi presencia. Un hombre con unos perros avanza hacia mí, pero los perros me miran, con sonrisas cómplices y sé que nada debo temer de ellos. Un verdadero río de luces imaginan los autos. Las sombras no han llegado todavía a mi mente. Hace tres días que no tomo la medicación. Los he engañado y por eso han descuidado la puerta.
Pero, ¿qué es lo que busco? Anochece. Dejo la seguridad de la plaza y bajo hacia el río. Pocos me miran. Cada uno está ensimismado en sus cosas y yo necesito tanto la ayuda de alguien Por lo menos si alguien me hablara, me preguntara si tengo hambre, si tengo sed, si tengo familia. Junto al río varios hombres andrajosos están junto a un barril de metal, donde han hecho un fuego. Me miran con curiosidad cuando me acerco, pero siguen impasibles.
De pronto veo el río. El río que tanto he amado. Comprendo de súbito, quien soy. Soy un marinero de río, que navegaba en las enormes barcazas trayendo arena de la costa del Uruguay. Me regreso donde los hombres se calientan las manos y les pregunto la fecha de hoy. ¡Que amargura! Han pasado siete años, desde mi último recuerdo. Pero al fin lo encontré. Lo que buscaba era el rio. Mi río. Donde debo descansar antes que las sombras invadan mi mente otra vez. Me duele la cabeza, señal que los demonios se acercan. Corro hacia la orilla y mi viejo amigo, el río, me recibe abriendo sus brazos en un abrazo eterno.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pobre mi sicólogo 3

Pobre mi sicólogo 3

Debe parecer un accidente…debe parecer un accidente… De pronto me sorprendí mascullando estas palabras. ¿Qué me pasa? ¿Tendrá razón mi hermana y estaré volviéndome loco? ¿Porqué este odio repentino contra el pobrecito Andrés?
A ver, revisemos los acontecimientos. Andrés me dijo que seguía soltero y virgen, pero no me dijo que estaba saliendo con Erika, lo que hace imposible que siga virgen. O sea, me mintió. Me engañó miserablemente seguro que para reírse de mí. O quizás no me comentó lo de Erika para que yo no me sintiera mal. Entonces es un buen muchacho.
Ya no sé qué pensar. ¿Será un hijo de puta o un excelente amigo?
¿Me vengaré o no?
Creo que la mejor solución sería que yo reconquistara a Erika, pero ya pasaron varios años desde lo nuestro y posiblemente no me dé ni cinco de bola. Además estoy viejo, panzón y pelado y ella parece estar más joven que nunca. Estoy seguro que mi maldito corazón me traicionaría y terminaría enamorado de ella, como un boludo.
¿Qué hago?... la reputa que me parió.
Olvide, amigo, dirán algunos, pero olvidarla nunca podré… ¡mierda! Me olvidé hasta de la letra del tango… Estoy hecho una piltrafa humana.
Ni lástima podría provocarle. Porque recuerdo que escribí un libro sobre como conquistar a las mujeres y uno de los capítulos estaba dedicado a como inspirar lástima (un poquito, no mucha) y ganarse a las minas de espíritu maternal. Pero hasta de eso me olvidé.
¿Será que me está atacando el alemán maldito ese? ¿Cómo carajo se llamaba? Alfiezer, Algieser, Alfinfi, algo así era…
Esto me hizo recordar un pensamiento de Federico Nietzche:
Hubo dioses que querían la desgracia,
otros que preservaban de la desgracia y
otros que consolaban a los desgraciados.

Si me puede acordar de una frase de Nietzche que leí hace mococientos años, no puedo estar atacado por el maldito alemán. Porque dicen que lo primero que ataca es a la memoria. Y yo me recuerdo desde que era bebé y me caí del catre. Debo haber tenido uno o dos años y ¡todavía me acuerdo!

Todos estos locos pensamientos me los provoca mi reciente encuentro con Erika. Tengo ganas de escribirle una carta:

Erika: Me has revuelto sentimientos olvidados, que llevaban mucho tiempo ocultos, junto a la tierra que un día usé para sepultar viejos amores.
Algunos mitos suelen ser verdad. Dicen que besarse bajo la luna llena, promete amor eterno. ¿Recuerdas cómo nos besamos esa noche, junto al río? ¿O cuando corríamos por los andenes vacíos, al postrer tren que te llevaría a tu casa y lo perdimos?
No podemos permitir que de nuestro amor, solo queden cenizas que alimentarán al viento con nuestros recuerdos…


¡A la flauta! Todavía me queda hilo en el carretel. No estoy loco ni enfermo, a pesar que estar mal, estar un poco enfermo me es más llevadero que estar demasiado bien.
¿Qué hago? Si continúo yendo al sicólogo, los celos me matarán y terminaré peor…¿Peor que quién? Si yo estoy sano, mi corazón está libre… no tengo nada que temer… pero de cualquier manera, creo que cambiaré de sicólogo. Será por mi bien.

martes, 2 de noviembre de 2010

Pobre mi sicólogo 2

Pobre mi sicólogo.

—Mirá, Andrés. La vamos a hacer corta. Mi hermana quiere que te vea porque me ve medio apático para comer y dice que hablo en sueños.

—Si eso es todo, creo que la deberíamos tratar a ella también. Les puedo hacer un precio por los dos, pero jajaja si traes a tu tío no les cobro nada, jajajajaja. Hasta soy capaz de pagarte yo, unos buenos pesos jajajajaja...

—Eres un maldito, Andrés, pero veo que no te miras al espejo nunca. ¿Ya debutaste sexualmente? O te rendiste y ahora sos un putillo de diploma y todo...

Me miró serio y puso la cara de “dar pena” que usa Nicolás Cage. La verdad es que le sale bién, pero yo que lo conozco, no me dejo engañar.

—Edy, a vos no te puedo mentir. Tengo 35 años y aún no me he acostado con ninguna mujer. Soy un hombre virgen, aunque no quisiera serlo...pero es mi destino...

—¿Entonces eres homosexual, la reputa que te parió?

—No lo creo. Me atraen demasiado las mujeres. Solo que no se me dá. ¿Qué puedo hacer?

—Escuchame, pelafustán. Yo soy el paciente y el que garpa, pero vos me pedís ayuda a mí. El sicólogo sos vos, no yo.

Andrés miró la hora en su reloj. Se veía algo nervioso, pero me quedaban veinte minutos ...

—Edy, dejame actualizar tu ficha y recordar algo de lo anterior tuyo. Comenzaremos el próximo Lunes y después vendrás también los Jueves. Andate ahora y portate bién. Saludos a tu hermanita Rita.

Me acompañó rapidito a la puerta y llamó al ascensor.
—Te espero el Lunes. No falles.

Me extrañó un poco el apuro en despedirme, pero no le dí mayor importancia. Mientras bajaba en el ascensor pensaba en como ayudarlo a conocer a una buena chica. Cuando llegué a la Planta Baja, estaban varias personas esperando para subir. Entre ellas había una figura conocida y muy querida. —!Erika! . Abrió los ojos grandes cuando me vió y se ruborizó: —¡Edy!
La besé en la mejilla y le pregunté a donde iba y si podía acompañarla.
—¡No, Edy! Vengo a buscar a mi novio. Estoy saliendo con Andrés. ¿Te acuerdas de Andrés, el que fue tu sicólogo?

¡Mierda, remierda, carajo, recarajo, puta, reputa, la puta que me parió, la reputa que me parió, La mismísima puta, hija de puta, nieta de puta que lo parió a él, sicólogo de mierda.
¿Y porqué me enojo tanto?
Si yo no salgo con Erika, si fui yo el que la largó. Me molesta que me haya tomado para el churrete, eso es todo. Conociendo como conozco a Erika, se que Andrés perdió su virginidad en la primera salida con ella, alemana maldita. En este momento ella le estará diciendo lo mismo que me decía a mí, la reputa que la parió. En este momento ya le estará sacando los pantalones, como hacía conmigo, la putísima madre...
—Hola, Edy...
—Hola Jéssica. Justo estaba pensando en vos...

domingo, 31 de octubre de 2010

Pobre mi sicólogo

Pobre mi sicólogo

Después de muchas vueltas, decidí visitar a mi sicólogo. En realidad yo no creo que lo necesite, pero ante la insistencia de mi hermana y sus indirectas (lavó y planchó la camisa de fuerza que me pusieron una vez, pero antes la tuvo tendida al sol durante horas, lo que motivó que vinieran de visita todos los vecinos curiosos). Me rendí y le pedí hora de consulta a Andrés, un sicólogo que ya me atendió un tiempo y no llegamos a nada.
—¡Edy! ¡Amigo de mi alma! (siempre se hace el amistoso) ¿Qué te trae por acá? ¿Qué te duele? ¿El alma o el corazón? ¿O es que tu mente se rebeló contra la cordura? Jajaja
—¡Sos un reverendo hijo de puta, Andrés! (siempre lo trato confianzudamente) ¡Si no fuera por los locos, te cagarías de hambre!
—Por favor, Edy...Nada de indirectas...

Lo miré bién al boludo. Estaba más flaco. Él cree que se parece a Nicholas Cage y hace poses, quedándose pensativo y levanta las cejas, haciendo grandes pausas al hablar, lo que me saca de quicio y me deja histérico. Todo lo que le diga le resbala. Le puedo insultar a la madre y se sonríe. Lo insulto a él y se ríe a carcajadas. No sé como hacerlo enojar. Hace años me oriné en su diván, al que su madre cambiaba de funda todos los días y desde entonces le mandó hacer una funda de cuerina impermeable. Siempre se recuerda de ese episodio y me hace la consabida pregunta:
—¿Tienes puesto el pañal, Edgardito?
Seguramente me salen chispas de los ojos, porque se ríe a más no poder.
—¡Bueno! —le digo —Dame un horario semanal de visita, pero te advierto que vengo nada más que por complacer a mi hermana...
—Si te sientes bien, ya tenemos ganada la mitad de la pelea. Un poquito de cooperación de tu parte y quedarás como nuevo.

Me da pena este chabón. Es mucho más inseguro que yo y le tiene terror a las mujeres. No es que no le gusten, sino que es demasiado tímido y vergonzoso. Claro, no es argentino. Es peruano y se recibió acá en la Argentina y se quedó para no volver al Perú donde lo esperaban una madre castradora y una novia impuesta por su familia que lo único que la diferenciaba de una morsa era que la morsa no tiene tanto bigote. Esto me lo confesó en una borrachera que tuvimos en una casa alegre, de chicas alegres, donde lo llevé para que conociera a una mujer, cosa que no logró, por un problema de erección.
Al igual que yo, es socio del Club del barrio, donde fue objeto de una persecución implacable por parte de varias madres que lo querían enganchar con sus hijas. Ser sicólogo en la Argentina es ser un buen partido, o al menos era, ya que actualmente, la mayoría de los choferes de taxis, son sicólogos fracasados. Su enorme timidez lo alejó del Club y se dedicó nada más que a su trabajo, y a viajar a los Simposios más extravagantes. Tiene certificados y diplomas en todas las paredes de su consultorio. No sé si es un buen o mal sicólogo, pero aquí estoy.


—continuará...

martes, 5 de octubre de 2010

Respuestas simples a preguntas complejas

Respuestas simples a preguntas complejas.

Perdonen la demora en contestar sus amables preguntas. Ahora lo hago y trato de responder las más urgentes.

¿En que se diferencia un abogado de un cuervo?
En que uno es rapaz, ladrón y traicionero, y si puede te saca los ojos, y el otro es un inocente pajarito negro.

¿Cómo podré saber si el abogado que tengo es bueno?
Coloque un gato sobre su escritorio, si el gato sale corriendo, ese abogado es un perro. En cambio, si el gato se lanza sobre el abogado, es porque es una rata

¿Cuál sería el mejor consejo que puedo dar a mis alumnos de la Facu?
Queridos alumnos, recuerden que cuando sean abogados, los casos a veces se ganan y a veces se pierden, pero siempre se cobran.

No se que me pasa. Me gustan todas las mujeres , menos la mía.
¡Bah! No te preocupes que a mí me pasa lo mismo, me gustan todas las mujeres menos la tuya.

No se que me pasa. Antes siempre me perseguían las mujeres…
Es debido a que dejaste de robar carteras…

Me siento tan mal que me quiero suicidar
Haz como yo. También me quería suicidar tomando 1000 aspirinas. Al tomar la segunda, ya me sentí mejor…

Me gustaría que cuando me muera, la gente, en mi velorio, me mire y diga: ¡Qué buen hombre era Zumm! ¡Buena persona y mejor amigo! ¿Y a vos?
A mí me gustaría que dijeran: ¡Mirá! ¡Se está moviendo!

¿Qué es peor, la ignorancia o el desinterés?
Ni lo sé, ni me importa.

¿Sabes cuál es la diferencia entre horrible y terrible?
Horrible es cuando estás en la playa con tu esposa y una ola se la lleva, y terrible es cuando otra ola te la devuelve.

¿Qué pasa si los Derechos Humanos son violados?
Los zurdos se salvan

Imagina que estás en un barco y que el barco se está hundiendo y que llega una manada de tiburones. Tienes una pistola con una bala, ¿Qué haces? El barco se hunde los tiburones se acercan, ¿Qué haces?
Fácil, dejas de imaginar eso.

—Te contaré que mi nene me preguntó: Mami, ¿Por qué mi papá tiene tan poco cabello? Y yo le contesté: Es que tu padre es muy inteligente. Y el niño me pregunta nuevamente: Y entonces, ¿Por qué tú tienes tanto cabello? —¿Qué le puedo responder?
—¡Ya cállate y come tu sopa!

¿Qué son puntos blancos en el jardín?
Hormiguitas haciendo la primera comunión.

Necesito escribir un cuentito infantil sobre un gatito. ¿Me puedes ayudar?
Un gato caminaba por un tejado maullando: ¡Miau, miau! En eso se le acerca otro gato repitiendo: ¡Guau, guau! Entonces, el primer gato le dice: Oye, ¿Por qué ladras si tú eres gato? Y el otro le contesta: ¿O sea que uno no puede aprender idiomas?

Te dejo otro para niños malos
-¡Mamá!,¡Mamá! ¿Los pollos maúllan? -No hijo. -Entonces el gato esta en el horno.

Qué es mejor, una pila o una mujer?
Una pila, porque al menos tiene un lado positivo.

¿Por qué creen que las mujeres mueven la cabeza cuando piensan?
Para que las dos neuronas que tienen hagan contacto.

¿Por qué a las mujeres no les gusta manejar de noche?
¡Porque las escobas no tienen luces!

Como se le llama a una mujer cuando pierde la inteligencia?
Viuda

Por ahora dejo estas respuestas más urgentes. Ruego a los que no he tenido tiempo de responder hoy, que me esperen que lo haré a la brevedad.

jueves, 6 de mayo de 2010

Siguiendo la tradición


Siguiendo la tradición.



Hace más de 20 años que vivo en Derqui e ignoraba que hubiera una bruja en la localidad. Pero una bruja… bruja, bruja. Me enteré ayer cuando un cólico renal me estaba matando. Me aplicaron una inyección endovenosa de Nero 40 y el médico que vino a verme, al ver que no calmaban los dolores me recetó Klosidol y me dejó un suero que goteaba lentamente a mi vena.

Los terribles dolores no atenuaron y doña Sofía, compadecida, me dijo que deberíamos ir a ver a la Lucita.

—¿Quién diablos es la Lucita? —le pregunté

—La Lucita es una sobrina lejana mía, hija de una de mis primas, que cura a los que no tenemos dinero para llamar a un médico y a los que ya no tienen esperanzas de curarse. Pero no hace visitas a domicilio. Deberemos ir a su casa



Llamó a un taxi (el chofer es otro sobrino de ella) y nos fuimos a la casa de la Lucita. Yo apenas podía con mi alma. Los dolores eran atroces y no podía evitar quejarme. A pesar de eso, reconocí enseguida el camino que pasa por detrás del cementerio y lleva al bosque donde dicen que aparecen espíritus de escritores y poetas, ya fallecidos. Lo conozco bien, pues lo he cruzado varias veces para ir al pueblo abandonado, siguiendo ideas peregrinas, azuzado por las grandes cantidades de buen whisky escocés, que bebía entonces. Incluso recuerdo y tengo bien presente las veces que hablé con Borges, con Shakespeare, con Neruda, con Gabriela Mistral, etc.

A veces pienso que solo fueron alucinaciones de mi cerebro atiborrado de alcohol y otras creo que todo eso ocurrió de verdad, porque lo tengo grabado en forma vívida en mi memoria.

La casa de la Lucita, mejor dicho el rancho donde vivía, estaba casi en la entrada del pueblo abandonado.

Me ayudó a bajar del auto, la buena de doña Sofía y me dijo que debería entrar solo a la casa. Ella me esperaría.

Ya estaba cayendo la tarde y negras sombras oscurecían la puerta del miserable rancho. No alcancé a golpear las manos para anunciarme, cuando la voz de una chiquilla me invitó a pasar. La puerta estaba entreabierta y empujándola suavemente entré en un pasillo largo y oscuro. La única luz que lo alumbraba era la que entraba por la puerta entornada.

Caminé apoyándome en las paredes del pasillo, sumergido en la oscuridad, hasta que mi mano derecha encontró un vacío. Parecía ser una entrada a una habitación. Había una puerta que mis manos torpes

notaron que era maciza y dura. A través de la puerta, la chiquilla me preguntó si yo venía solo.



—Sí, estoy sólo. Doña Sofía me espera en el taxi. Pero no veo nada, acá está muy oscuro.



—¡Quédese quieto y en silencio! Cuando yo abra la puerta, entre rápido.



Enseguida se escuchó el ruido característico de una cerradura que se destraba. Una, dos vueltas y luego un ruido de llaves y la chiquilla gritó:



—¡Te veo Satanás! ¡Vienes como un viejo enfermo, pero no me puedes engañar! Mi puerta tiene cuatro cerraduras y doble tranca. He tapado todos los agujeros con trapos de sotana de cura. He puesto tela de araña en los postigos y ahora tengo tapones de cera en los oídos para no oír lo que respondes a lo que te estoy diciendo. ¡Vete Satanás, vete!



Escuché el sonido de otra cerradura que se abría y la puerta se abrió y una mano helada cogió la mía y me hizo entrar de un tirón.

En el interior la oscuridad era absoluta. Tropecé con un bulto y la mujer me hizo sentar. Era una silla con asiento y respaldo de paja, tan comunes en el campo.

Me recorrió un escalofrío. ¿El dolor? Ya no me dolía nada. Me sentía un poco asustado, pero lo que más me molestaba era que podía estar haciendo el ridículo. Seguramente esto estaba todo preparado para engañar a la pobre gente inculta de los alrededores.



—¿No podría encender la luz? —le pregunté — Estoy un poco incómodo en la oscuridad.



—¡Yo vivo en la oscuridad! Y contra mi voluntad…— me dijo con un suspiro.



—Bueno, estoy aquí por recomendación de su tía, debido a que tengo un cólico renal y es muy doloroso…



—Ya lo sabía y aquí le tengo su remedio. ¡Bébalo de un trago!



Puso en mi mano una taza tibia (de latón, me imaginé porque estábamos completamente a oscuras). Apuré de un sorbo el líquido que contenía, de un sabor dulzón.



—Eso lo curará completamente. No tema —me dijo con su voz de niña



—Espero que así sea —le contesté, levantándome `para irme, pero me hizo sentar nuevamente.



—Debe quedarse sentado un momento. Hasta que le vengan los tres tiritones. Luego podrá irse…



Acostumbrado a entender la forma de hablar en el campo, comprendí que los tres tiritones, iban a ser tres estremecimientos o temblores del cuerpo. Estaba obligado a esperar y decidí aprovechar para entablar una conversación y sonsacarle algo interesante a la brujita, que me pudiera servir más adelante para escribir un cuento. Las ideas aparecen donde menos se esperan.



—¿Qué edad tiene, señorita? —le pregunté, tratando de dirigir mi voz hacia donde creí que estaba ella.



—¡Uff! Tengo muchos años. Creo que cerca de los 120 o algo más.



—¡Pero tiene una voz juvenil! No puedo creer que tenga tanta edad……



—Me quedan solamente cinco años para que venga mi sucesora y así continuar la tradición.



—¿Qué tradición es esa? —le pregunté confundido



—Es tradicional que en Derqui haya una curandera, méica o como quieran llamarnos. Yo vine aquí a los quince años.



Me mostré interesado y le seguí preguntando cosas de su vida. Lo que me contó una vez que hube ganado su confianza, con mi comprensión, interés y respeto, lo plasmé de la siguiente manera:



A los ocho años sus padres la hicieron abandonar el colegio. Ya sabía leer y le advirtieron que estaba predestinada a ayudar a la gente y debió irse a vivir un tiempo con su abuela y su bisabuela que aún vivía. Ellas le enseñaron todo respecto a las plantas, yuyos, hierbas y la naturaleza en general. Aprendió el poder de sanación de la hierbabuena, de la menta y de las miles de hierbas medicinales que existen. Supo como mezclarlas para curar las diferentes enfermedades, tanto del cuerpo como del alma. Aprendió a reverenciar al tilo por sus poderes tranquilizantes y al sauce por sus poderes calmantes del dolor de cabeza. Supo combinar las diversas hierbas para hacer el bien y también aprendió a mezclarlas para hacer el mal, aunque esto no lo hacía jamás. Aprendió a mantener a Satanás lejos de ella, para no perder los poderes de curación que tenía.

Por eso vivía en la oscuridad. Mantenía cerradas las ventanas y tapaba meticulosamente todas las hendijas por donde pudiera filtrarse algún rayo de luz. En realidad me dijo que ella había dejado de ver la luz desde que llegó a reemplazar a la anterior curandera.



—Ninguna curandera debe ver a Satanás, porque se le acabarían los poderes. Por eso yo soy ciega…



—Pero si eres ciega, no necesitas vivir en la oscuridad. Aunque haya luz, no podrías ver a Satanás— le dije



—No quiero que venga por aquí y me devuelva la vista. No debo recuperarla antes de tiempo. En cinco años vendrá una sucesora para ocupar mi lugar y yo deberé arrancarle los ojos y colocarlos en mis cuencas vacías. Entonces volveré a ver y ya no podrá hacer nada contra mí. Luego, el día que me muera, me iré directamente al Cielo a disfrutar de mi merecido descanso, en compañía de los ángeles y serafines y a la derecha de Nuestro Señor.

En ese momento sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo como un rayo y luego otro y otro más.

Ya me podía ir. Eran los tres tiritones que esperábamos.



No quiso aceptar ningún pago, pero me dijo que se daría por bien pagada, si le mandaba con doña Sofía, su tía, unos cuantos metros de tocuyo para hacerse unas sábanas.

Ya no me dolía nada. Seguramente la poción que me hizo beber la Lucita, estaba haciendo su efecto.

Doña Sofía y el taxista me miraban anhelando que yo les contara algo, pero no le diré nada a nadie. No me creerían, así que mejor lo escribo como un cuento. Total, ustedes queridos lectores, viven en la ciudad e ignoran todo lo que ocurre en el campo. Pero si algún día necesitan una curación que los médicos no puedan sanar, vayan a mi LdV, y nos ponemos de acuerdo para que los acompañe donde la Lucita. Aunque Uds. no lo crean.









jueves, 29 de abril de 2010

El perdón


El perdón.

No podía dormir. El sueño se me había esfumado. Me levanté y salí al patio trasero de mi casa. Hacía calor y al fondo se escuchaba el murmullo de música y risas. Seguramente Soleli tenía alguna fiesta. Decidí ir a espiar, así que me acerqué al muro divisorio, pero no tenía ganas de treparlo y rasparme los codos como siempre, así que fui al cuartito de las herramientas y saqué la escalera que mi hermana usa para podar los frutales. ¡Bah, un naranjo y la morera!
Subí por la escalera y pude ver claramente el fondo de la casa de Soleil.
Efectivamente, había una docena de chicos y chicas bailando y tomando cerveza. Alcancé a reconocer a Erika y su hermano, a Jessica, a la hija del coreano y a varios otros que conocía del Club.
Me dieron ganas de bajar y estar con ellos, pero estaba vestido solo con el pijamas y en pantuflas. Me quedé apoyado en el muro, observándolos con envidia cuando Soleli me descubrió y me gritó:
—¡Vení, Edy! ¡Bajá! ¡Vení a bailar!
—¡No puedo! ¡Estoy en pijamas! —le contesté.
Entonces Erika agarró una escalera que el viejo López tiene apoyada en el otro extremo de la casa y la colocó en el muro frente a donde estaba yo. Subió por ella y se me quedó mirando. Su cara a diez centímetros de la mía.
—¿Porqué me andas esquivando, Mauri? —me preguntó.
Ella es la única que me llama Mauri, mi segundo nombre.
—¡Tú lo sabes mejor que yo! —le contesté sin rencor.
—Lo que pasa es que te olvidaste de nuestro trato. Habíamos quedado que saldríamos juntos, pero con total libertad, sin compromisos sentimentales. ¡Tú mismo me lo propusiste así!
—¡Sí, es verdad! Pero yo siempre creí que serías menos fría con tus sentimientos. Que llegado el momento del no va más me lo dirías, como yo lo hubiera hecho y no mostrarme los hechos consumados.

Se rió, mostrándome esa boca maravillosa llena de dientes, que algún día se los contaré, porque no pueden ser sólo 32.

—Jamás imaginé que ibas a ser tan celoso. Yo nunca te exigí fidelidad y bien sé que más de una vez me faltaste.
—Creo que me usaste como un objeto sexual. Me usaste bien y luego me arrojaste a la basura. Además creo qu....
No me dejó terminar de hablar. Subió un escalón más y me besó dulcemente, pared de por medio. Cerré los ojos, recordando esos versos de Benedetti (que tanto te gusta):
“Hacía mucho que no encontraba a esta mujer,
de la que conozco detalladamente el cuerpo
y creía conocer aproximadamente el alma”

Los muchachos, abajo, comenzaron a aplaudir y a silbar, festejando la reconciliación.
¿Logrará Erika hacerme olvidar mi desencanto? No lo sé. Solo sé que yo soy el dueño de mi destino, yo soy el capitán de mi alma.



Este es un capítulo de mi libro “Mi hermana y yo” .
Si desean pueden bajarlo gratuitamente poniendo el siguiente código en el Buscador:

http://www.hotshare.net/file/216323-377561138f.html

domingo, 25 de abril de 2010

Imaginación

Imaginación

¿Quién me ordenó quedarme en este pueblo perdido de Dios?

¡Ha de ser tan lindo embarcarse en una fragata!

Durante las noches de luna, los marineros nos reunimos sobre cubierta. Algunos tocan el acordeón, otros acarician una mujer de goma. Yo fumo mi pipa en compañía de un amigo.

El mar me ha endurecido las pupilas. He visto demasiados atardeceres.

¿Con qué puerto, con qué ciudad, no me he acostado alguna noche?

¿Las velas serán capaces de brindarme un horizonte nuevo?

Un día en que la calma ya sea una maldición, bajaré a mi cucheta, me desanudaré el pañuelo de seda y me ahorcaré con una trenza de mujer.







Basado en Girondo.