lunes, 8 de noviembre de 2010

Mis personajes


Cuento tras cuento, historia tras historia, van naciendo nuevos
personajes. A algunos los amo, a otros solamente los soporto,
porque los necesito para armar el cuento y a otros los detesto
y trato de eliminarlos, lo antes posible. No soy como otros que
escriben y quieren a sus personajes como si en realidad los
hubieran parido. La gran mayoría de los escritores quieren a
sus creaciones como verdaderos hijos y capítulo tras capítulo
los van puliendo, mejorando, dándoles una personalidad bien
marcada.
A veces leo una novela y en el capítulo final, los personajes
han cambiado substancialmente de lo que eran en un
comienzo, a lo que son al terminar.
Creo que eso está bien en una telenovela, en un culebrón, en
que el guión lo van haciendo a la medida de las preferencias
del televidente. Así tenemos por ejemplo, en que no vacilan en
matar a un personaje en un accidente, mostrando el velorio y
el entierro y a los pocos días hacerlo resucitar como si tal
cosa, aduciendo que llegó de un largo viaje. En verdad ¡hay
público para todo!
Una amiga me ha dicho que yo me enamoro de los personajes
femeninos que yo mismo invento. Puede ser que tenga razón,
ya que creo a esas mujeres a mi gusto, como yo quisiera que
fueran, aunque jamás haya tenido la suerte que la mujer que
idealizo, me quiera..
Entonces escribo creándola a mi manera; Que sea mexicana,
por el acento cadencioso al hablar, que tenga 25 años porque
es la edad en que la mujer deja de ser una niña y se hace
hembra de verdad, que sea educada, si es profesional, mejor.
Que le guste la música clásica como me gusta a mí. Que
también tenga algún defecto, por ejemplo, que le guste Fito
Paez. Que le agrade leer y si le gusta escribir, lo haga con el
corazón. Que sea media loquita ,como yo, que en cualquier
momento agarre sus maletas y salgamos de viaje a cualquier
parte, que esté dispuesta a pernoctar esta noche en una
tienda de tuaregs, en algún oasis y mañana estar haciendo la
fila para que nos dé la bendición el Papa y apurándonos para
el vuelo a Inglaterra, a ver el cambio de guardia y al atardecer
estar en Irlanda, tomado cerveza negra a temperatura
ambiente en algún Pub, de donde nos sacarán a empujones
por pendencieros y ella me enjugará la sangre de la nariz, que
casi me rompe ese gigante irlandés al que ella le dio una
patada en los cojones.
Tener una compañera así, es sólo un sueño, pero sigo
buscándola. Mientras tanto me conformo con sacarla de mi
imaginación y plasmarla en un cuento y porqué nó,
enamorarme de ella.
Con los personajes masculinos, soy diferente. Siempre tengo
un preferido al que permanentemente pongo en confrontación
con los otros. Son enamoradizos, románticos, queribles y los
malos son malos de verdad. Sin atenuantes. Cuando iba al
sicólogo, este me decía luego de leer algún cuento mío que yo
tenía demasiado definidos el bien y el mal, sin términos
medios y que en la vida real la situación era completamente
diferente. El bien y el mal intrínsicamente puros, no existen y
vivimos en una ambivalencia que solo nosotros debemos
definir, de acuerdo a nuestra conciencia. Por eso, lo que a mí
en este momento me parece bien, a otra persona en la misma
circunstancia le parece terrible. Prefiero hacer a mis
personajes lineales, sin cambios ostensibles. El que es bueno,
seguirá siendo bueno, sin convertirlo en esos personajes
retorcidos que no terminan de convencer a nadie.
Mis personajes aman, odian, sufren y se alegran de acuerdo a
mi propio estado de ánimo. Jamás borro nada. Creo que es lo
mejor.
7

jueves, 4 de noviembre de 2010

¿Qué busco?


¿Qué busco?

No lo sé todavía. Salí a la calle enloquecido. Un río de autos amarillos me rodeó. Sus bocinas me ensordecieron y no me dejaban pensar. A lo lejos, nítidamente se escuchaba una sirena. ¿Vendrían por mí? ¿Qué mal les he hecho para que me encierren en una casa de locos? ¿Qué culpa tengo que los fantasmas se metan en mi mente? Yo no elegí ser así. Debo buscar algo. Algo que me dé la solución a mis males. Algo que haga que ya nadie me mire con temor o con odio. He logrado escapar de mis carceleros. No sé por cuanto tiempo. Solo visto un pijamas azul y estoy descalzo. Nadie me ofrece su ayuda. Y lo peor de todo es que no sé lo que busco ni donde encontrarlo. Me esconderé en esa plaza hasta que anochezca y pueda caminar sin que noten mi presencia. Un hombre con unos perros avanza hacia mí, pero los perros me miran, con sonrisas cómplices y sé que nada debo temer de ellos. Un verdadero río de luces imaginan los autos. Las sombras no han llegado todavía a mi mente. Hace tres días que no tomo la medicación. Los he engañado y por eso han descuidado la puerta.
Pero, ¿qué es lo que busco? Anochece. Dejo la seguridad de la plaza y bajo hacia el río. Pocos me miran. Cada uno está ensimismado en sus cosas y yo necesito tanto la ayuda de alguien Por lo menos si alguien me hablara, me preguntara si tengo hambre, si tengo sed, si tengo familia. Junto al río varios hombres andrajosos están junto a un barril de metal, donde han hecho un fuego. Me miran con curiosidad cuando me acerco, pero siguen impasibles.
De pronto veo el río. El río que tanto he amado. Comprendo de súbito, quien soy. Soy un marinero de río, que navegaba en las enormes barcazas trayendo arena de la costa del Uruguay. Me regreso donde los hombres se calientan las manos y les pregunto la fecha de hoy. ¡Que amargura! Han pasado siete años, desde mi último recuerdo. Pero al fin lo encontré. Lo que buscaba era el rio. Mi río. Donde debo descansar antes que las sombras invadan mi mente otra vez. Me duele la cabeza, señal que los demonios se acercan. Corro hacia la orilla y mi viejo amigo, el río, me recibe abriendo sus brazos en un abrazo eterno.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pobre mi sicólogo 3

Pobre mi sicólogo 3

Debe parecer un accidente…debe parecer un accidente… De pronto me sorprendí mascullando estas palabras. ¿Qué me pasa? ¿Tendrá razón mi hermana y estaré volviéndome loco? ¿Porqué este odio repentino contra el pobrecito Andrés?
A ver, revisemos los acontecimientos. Andrés me dijo que seguía soltero y virgen, pero no me dijo que estaba saliendo con Erika, lo que hace imposible que siga virgen. O sea, me mintió. Me engañó miserablemente seguro que para reírse de mí. O quizás no me comentó lo de Erika para que yo no me sintiera mal. Entonces es un buen muchacho.
Ya no sé qué pensar. ¿Será un hijo de puta o un excelente amigo?
¿Me vengaré o no?
Creo que la mejor solución sería que yo reconquistara a Erika, pero ya pasaron varios años desde lo nuestro y posiblemente no me dé ni cinco de bola. Además estoy viejo, panzón y pelado y ella parece estar más joven que nunca. Estoy seguro que mi maldito corazón me traicionaría y terminaría enamorado de ella, como un boludo.
¿Qué hago?... la reputa que me parió.
Olvide, amigo, dirán algunos, pero olvidarla nunca podré… ¡mierda! Me olvidé hasta de la letra del tango… Estoy hecho una piltrafa humana.
Ni lástima podría provocarle. Porque recuerdo que escribí un libro sobre como conquistar a las mujeres y uno de los capítulos estaba dedicado a como inspirar lástima (un poquito, no mucha) y ganarse a las minas de espíritu maternal. Pero hasta de eso me olvidé.
¿Será que me está atacando el alemán maldito ese? ¿Cómo carajo se llamaba? Alfiezer, Algieser, Alfinfi, algo así era…
Esto me hizo recordar un pensamiento de Federico Nietzche:
Hubo dioses que querían la desgracia,
otros que preservaban de la desgracia y
otros que consolaban a los desgraciados.

Si me puede acordar de una frase de Nietzche que leí hace mococientos años, no puedo estar atacado por el maldito alemán. Porque dicen que lo primero que ataca es a la memoria. Y yo me recuerdo desde que era bebé y me caí del catre. Debo haber tenido uno o dos años y ¡todavía me acuerdo!

Todos estos locos pensamientos me los provoca mi reciente encuentro con Erika. Tengo ganas de escribirle una carta:

Erika: Me has revuelto sentimientos olvidados, que llevaban mucho tiempo ocultos, junto a la tierra que un día usé para sepultar viejos amores.
Algunos mitos suelen ser verdad. Dicen que besarse bajo la luna llena, promete amor eterno. ¿Recuerdas cómo nos besamos esa noche, junto al río? ¿O cuando corríamos por los andenes vacíos, al postrer tren que te llevaría a tu casa y lo perdimos?
No podemos permitir que de nuestro amor, solo queden cenizas que alimentarán al viento con nuestros recuerdos…


¡A la flauta! Todavía me queda hilo en el carretel. No estoy loco ni enfermo, a pesar que estar mal, estar un poco enfermo me es más llevadero que estar demasiado bien.
¿Qué hago? Si continúo yendo al sicólogo, los celos me matarán y terminaré peor…¿Peor que quién? Si yo estoy sano, mi corazón está libre… no tengo nada que temer… pero de cualquier manera, creo que cambiaré de sicólogo. Será por mi bien.

martes, 2 de noviembre de 2010

Pobre mi sicólogo 2

Pobre mi sicólogo.

—Mirá, Andrés. La vamos a hacer corta. Mi hermana quiere que te vea porque me ve medio apático para comer y dice que hablo en sueños.

—Si eso es todo, creo que la deberíamos tratar a ella también. Les puedo hacer un precio por los dos, pero jajaja si traes a tu tío no les cobro nada, jajajajaja. Hasta soy capaz de pagarte yo, unos buenos pesos jajajajaja...

—Eres un maldito, Andrés, pero veo que no te miras al espejo nunca. ¿Ya debutaste sexualmente? O te rendiste y ahora sos un putillo de diploma y todo...

Me miró serio y puso la cara de “dar pena” que usa Nicolás Cage. La verdad es que le sale bién, pero yo que lo conozco, no me dejo engañar.

—Edy, a vos no te puedo mentir. Tengo 35 años y aún no me he acostado con ninguna mujer. Soy un hombre virgen, aunque no quisiera serlo...pero es mi destino...

—¿Entonces eres homosexual, la reputa que te parió?

—No lo creo. Me atraen demasiado las mujeres. Solo que no se me dá. ¿Qué puedo hacer?

—Escuchame, pelafustán. Yo soy el paciente y el que garpa, pero vos me pedís ayuda a mí. El sicólogo sos vos, no yo.

Andrés miró la hora en su reloj. Se veía algo nervioso, pero me quedaban veinte minutos ...

—Edy, dejame actualizar tu ficha y recordar algo de lo anterior tuyo. Comenzaremos el próximo Lunes y después vendrás también los Jueves. Andate ahora y portate bién. Saludos a tu hermanita Rita.

Me acompañó rapidito a la puerta y llamó al ascensor.
—Te espero el Lunes. No falles.

Me extrañó un poco el apuro en despedirme, pero no le dí mayor importancia. Mientras bajaba en el ascensor pensaba en como ayudarlo a conocer a una buena chica. Cuando llegué a la Planta Baja, estaban varias personas esperando para subir. Entre ellas había una figura conocida y muy querida. —!Erika! . Abrió los ojos grandes cuando me vió y se ruborizó: —¡Edy!
La besé en la mejilla y le pregunté a donde iba y si podía acompañarla.
—¡No, Edy! Vengo a buscar a mi novio. Estoy saliendo con Andrés. ¿Te acuerdas de Andrés, el que fue tu sicólogo?

¡Mierda, remierda, carajo, recarajo, puta, reputa, la puta que me parió, la reputa que me parió, La mismísima puta, hija de puta, nieta de puta que lo parió a él, sicólogo de mierda.
¿Y porqué me enojo tanto?
Si yo no salgo con Erika, si fui yo el que la largó. Me molesta que me haya tomado para el churrete, eso es todo. Conociendo como conozco a Erika, se que Andrés perdió su virginidad en la primera salida con ella, alemana maldita. En este momento ella le estará diciendo lo mismo que me decía a mí, la reputa que la parió. En este momento ya le estará sacando los pantalones, como hacía conmigo, la putísima madre...
—Hola, Edy...
—Hola Jéssica. Justo estaba pensando en vos...