martes, 9 de julio de 2013

Mi primera novia

Mi primera novia
Mi primera novia (Bombacha Veloz)


Me había encandilado su hermosura. Era linda de verdad y su cuerpo me enloquecía de manera tal, que una vez me agarró fiebre.

Pero no me daba ni la hora. Aducía que yo era muy chico para ella y que solo salía con muchachos grandes, de su misma edad. Tenía 17 años y yo solamente catorce.

Pero pronto se hizo mala fama. Los muchachos comenzaron a contar que se acostaban con ella y quizás la mitad eran mentiras, pero la otra mitad, yo sospechaba que era verdad. No me importaba nada. Solo quería tenerla para mí, ser el objeto de sus pensamientos, el motivo de sus alegrías. Le perdonaría todo, si es que era verdad, el motivo por el cual la apodaban Bombacha Veloz.

Todo se volcó a mi favor, cuando el Pato Saldívar me pegó y me sacó sangre de la nariz por haberlo insultado llamándolo mentiroso, por contar que esa tarde se había acostado con ella, sabiendo yo que no podía ser, porque Herminia, ese era su nombre, había estado en la Biblioteca preparando un trabajo de literatura y yo estuve toda la tarde sentado a dos pasos de ella, suspirando y tratando que me dirigiera la mirada.

El Pato Saldívar se enfureció y me invitó a pelear en el patio trasero del Liceo. Imposible negarme, a pesar que el Pato tenía casi 18 años ya que había repetido como tres veces

tercer año. Mis amigos me aconsejaron que me pusiera un corcho de botella en cada mano para que mis trompis dolieran más, pero igual meneaban la cabeza como dando por descontada la victoria del Pato. A la hora de salida de clases, pensé en correr a mi casa antes que el Pato me viera, pero se me acercó Herminia y me plantó un beso en plena boca y me dijo que yo era su campeón. Quedé obnubilado. No sé de donde me creció una fuerza y un valor extraordinario y me dirigí a enfrentar al Pato, entre el griterío de mis compañeros.

El Pato me esperaba sonriendo, seguro de su victoria. Apreté con fuerza los puños que encerraban los corchos, uno en cada mano. Alguien me empujó contra el Pato, quien me recibió con un trompazo en la nariz, que me hizo saltar lágrimas y sangre y ahí se terminó la pelea. Trastabillé hacia atrás y caí en los brazos de Herminia quien me cubrió de besos mientras me restañaba la sangre que había brotado de mi nariz. El Pato no alcanzó a darme otro tortazo, porque se le fueron encima todos mis compañeros de segundo año y le dieron una terrible paliza, a él y a cinco de sus amigotes de quinto año. Ahora, a la distancia en el tiempo, sigo convencido que esa paliza se la merecían. Eran los grandulones del Liceo que siempre se abusaban de los más chicos. Nada pudieron hacer frente a una jauría de 32 enfurecidos estudiantes.

Desde ese día, Herminia fue mi novia, con todos los beneficios y atributos que ese estado merece. Igual la siguieron llamando Bombacha Veloz, pero se cuidaban mucho de decirlo en mi presencia. Cuanto me gustaría saber de ella ahora para reírnos juntos de nuestros escarceos amorosos. Ella me enseñó muchas cosas y yo solo podía darle mi inexperiencia y el metejón que tenía con ella.

No se como, se enteró mi madre, de nuestra relación y me hizo un escándalo terrible, y Herminia decidió poner punto final a nuestro amor cuando llegué a su casa con mi valija, dispuesto a hablar con sus padres para vivir con ella para siempre.

Cuando miro a los muchachos de hoy, de 14 años, no logro comprender como a esta edad son tan maduros. En mis tiempos recién nos poníamos pantalón largo y del amor nada sabíamos, quizás con la excepción de mi persona, porque siempre fui medio adelantado para los demás de mi edad. Eso me trajo muchos inconvenientes después, porque ninguna madre permitía a su hija que charlara siquiera conmigo, ya que yo tenía un “pasado”. Todo el mundo sabía de mi aventura amorosa con Bombacha Veloz, que duró mas de cuatro meses. Así que poco disfruté de los bailes en casa de familia o los organizados en el Liceo porque las madres desconfiadas me vigilaban de cerca.

Creo que eso me marcó para siempre. ¡Nunca pude soportar a una suegra!