jueves, 19 de mayo de 2011

La oficina VII


La oficina VII



Arturito llegó a Ezeiza junto con nuestro primo Gastón. Caminaba hacia la salida a grandes trancos llevando a Gastón debajo del brazo y en la otra mano cargaba dos valijas. No hay que olvidar que mi primo Gastón es minusválido. Le faltan las dos piernas.

En cuanto me vió, no me dio tiempo a saludarlos porque empezó con las preguntas.



—¿Vendió algo más el viejo? ¿A cuánto se cotizan las 100 acciones?



—Andate a la puta que te parió Arturito. Ni siquiera me saludas y ya estás preguntando por la plata. Además ¿Qué derecho tienes a reclamar algo por lo que no has luchado ni una sola vez en tu puta vida?



Intervino Gastón tratando de suavizar las cosas.



—No se peleen primos, que debemos estar unidos como nunca…



Arturito insistió: —Y tu tampoco tienes más derecho que nosotros. Porque lo que has trabajado por la empresa, bien que lo cobraste.



—Tiene razón Arturito —acotó Gastón.



—¡Ahh! Se pusieron de acuerdo en el avión, malditos —les dije— Ahora si quieren ir a Buenos Aires se van en un taxi. No los llevaré y por mí el viejo se puede gastar todo lo que le queda en una mujer o en cientos. Es la vida de él y también es su plata.



Diciendo esto me dirigí al estacionamiento, subí a mi auto y me fui.

Se quedaron mirándome partir, incrédulos, con las valijas en la mano y la boca abierta.

Tengo tanto interés como ellos en la plata del viejo, pero no me conviene demostrarlo, así me respetan más y aunque no lo demuestren, admiran mi nobleza.

Volví a la oficina, no voy a negar que un poco preocupado y me enfrasqué en terminar algo que había dejado inconcluso: Claringrilla se llama y es el crucigrama del diario Clarín.

Estoy sin secretaria y aunque no la necesito, siempre es bueno mantener las apariencias. Estoy mareado por las ganas que tengo de tomarme un buen café. Creo que voy a ir a lo del gallego de la esquina.

Lorena parece que lee el pensamiento o es bruja, por lo menos ya que se aparece en mi oficina con un humeante café. ¡Qué rico que lo hace!

Le doy las gracias y me mira extrañada:



—Tero señor Edy, usted está sin secretaria. Es lo menos que puedo hacer por mi antiguo jefe.



Pobrecita. ¡Qué buen corazón tiene! Y pensar que le hice una fea jugarreta con el anterior gerente. Pero no debo dejarme embaucar por una cara bonita. Está de novia con el Gordo Gómez y les quité esta oficina. Igual salieron ganando porque ahora tienen una oficina con ventana. Me da una sana envidia ¡Grrrr!

Suena mi teléfono y es Gastón el que me llama. Trato de cambiar la voz y le digo que no estoy, pero no se la traga y me pide que por favor lo escuche, que somos primos, la misma sangre y bla-bla-blá.

Así que le pido que sea breve, porque estoy muy ocupado.



—Fuimos a la casa del tío y está cerrada Tuvimos que ir a alojarnos en un Hotel. Debes decirnos donde está el tío para aclarar las cosas y hablar con la Lola esa.



—El querido tío anda por Brasil con Lola y no tengo la más puta idea en que parte de Brasil anda vacacionando.



—Pero tendrás algún número telefónico para comunicarle las novedades de la empresa…



No podía seguir negando al viejo y a mi me convenía que aclararan ellos las cosas y no hacerlo yo. Así que les dí el número del viejo.

Ojalá este par de enanos materialistas y ambiciosos logren salvar algo de mi herencia, porque veo mi futuro negro, negro…

Además mi suegra cree que cuando muera el viejo, yo seré millonario y la platita que le dejó mi finado suegro, la va a donar, cuando ella se muera a un asilo de animales abandonados.

Como van las cosas el que va a quedar abandonado, seré yo…





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