domingo, 8 de mayo de 2011

La oficina V



La oficina V



Estábamos con los guardias de seguridad tomando café y charlando despreocupadamente, cuando irrumpieron en la oficina, los cuatro energúmenos que había despedido, pidiendo mi cabeza.

Antonito, uno de los guardias, es de los que actúan primero y preguntan después. Por eso, inmediatamente, le asestó un cachiporrazo en el marote a uno de los revoltosos insubordinados y los otros se me vinieron encima.

Mi secretaria, la viejita Frida le arrojó café caliente en la cara a uno y los dos que quedaban fueron reducidos por el otro guardia y por mí.

Para algo sirvió la lámpara que me mandó la tía Felicitas para mi casamiento y que mi mujer no quiere ver en la casa y yo la traje a la oficina.

Le dí con la pesada base en el cogote, porque alcanzó a esquivar el golpe que iba dirigido a la nuca. Igual quedó dormido como un bebé.

El más viejo de los guardias, creo que es un comisario retirado, me volvió a reclamar un cuartito para la vigilancia.



—Si ahora tuviéramos el cuartito, los llevábamos ahí y les dábamos una salsa que los haría recordar de por vida que no se insulta a las mujeres por feas que sean.



Le aclaré que soy muy respetuoso de los derechos de los demás y que con lo que habían recibido era suficiente.

Uno de los empleados (ahora ex empleado) comenzó a insultarme acordándose de toda mi familia y le tuve que dar una buena patada en los huevos.

Los guardias se los llevaron hasta la calle donde los arrojaron sin contemplaciones.

El resto del personal de la empresa bullía como un avispero.

Tratando de explicar la causa de los despidos, fui a Contaduría y narré lo ocurrido al resto del personal, claro que cargando las tintas un poquito.

Volví a mi oficina, pero al salir de Contaduría me despidieron con una gran rechifla.

En mi oficina me esperaba una gran sorpresa. Frida no estaba pero me había dejado su renuncia sobre mi escritorio.

¡La puta que la parió! Todo el lío que hice por defenderla y la vieja se va.

Lamento por las tortas que no probé.



Me ahogo en esta oficina sin ventana. Tendré que hacer algo.

No se puede vivir en paz en esta maldita oficina…



Cont.

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