miércoles, 11 de mayo de 2011

La oficina VI



La oficina VI


¡La pucha! Pensar que hay gente que piensa que los argentinos somos ególatras. ¡Craso error! Somos modestos, considerando a la modestia, como el reconocimiento que uno es perfecto, pero sin decírselo a nadie.
Yo, modestamente, me considero un genio.
Claro que a veces se me escapa la tortuga o la situación se me va de las manos, pero por lo general tengo todo bajo control.
Ahora tengo que resolver un problema en la oficina que me está afectando el apetito.
Por esto y para solucionarlo de una buena vez, me dirigí a la oficina del Gerente y le planteé la situación.

—¡Necesito una oficina con ventana! Soy el asesor, mano derecha, sobrino y heredero de mi tío que ya tiene 93 años. ¿Qué pasará cuando Él nos deje? Tendré que asumir el control absoluto de la empresa y entonces arderá Troya. Y las cabezas de mis enemigos caerán y rodarán en la oscuridad del desempleo y en la ignominia de mendigar trabajo en empresas amigas que dirán inexorablemente que nó.

—Es un futuro muy cruel para sus enemigos, Edy —me contestó el Gerente —pero yo nada puedo hacer. Está todo asignado y no estamos en condiciones de efectuar remodelaciones…

—Entonces le pronostico que la noche también caerá sobre la Gerencia..

—Eso no me asusta, querido Edy. Ahora que compré el 20% de las acciones de la Empresa, todo será cuestión de cortar cupones y vivir a lo rey sin hacer nada. Incluso lo recomendaré a usted al Directorio para que sea el nuevo gerente.

Sé que el cerebro es el órgano que sirve para que pensemos que pensamos, pero en ese momento no podía pensar en nada.
¿El viejo maldito había vendido el 20% de la empresa? No lo podía creer.
Con todo lo que habíamos luchado para conseguir el 100 % de las acciones. Había mentido, había engañado, había sobornado y amenazado a todo el que tuviera una acción de la empresa, para que nos la vendiera.
Mi tío quería tener el control absoluto, no le bastaba con la mayoría de las acciones, a cualquier costo y ahora había vendido el 20 %. Ese veinte por ciento era mi futuro, la esperanza para mi vejez y ahora se veía reducida en una quinta parte. ¿Porqué catzo, el boludo de mi tío vendió?
Me encerré en mi oficina para llamar por teléfono a mis primos que viven en Francia. Conseguí hablar con Arturito y le conté lo sucedido.
Las putadas que lanzó las escuché sin acercar mi oído al teléfono.

—Deben ser cosas de la maldita mujer que le presentaste para que se casara. La tal Lola o como mierda se llame. Tenés que evitar que se case y que siga vendiendo. Yo viajo esta misma noche para allá.

¡Claro! Seguramente era Lola la que estaba convenciendo al viejo decrépito para que vendiera y quedarse ella con la plata. ¡Maldito sea el día que se la presenté!
Me imaginé que ella lo esquilmaría al viejo, pero viviendo como una princesa, viajando a lindos lugares, sacándole algún pesito, algo de cambio chico, pero jamás pensé que le hincaría el diente al capital de mi tío, que venía a ser como mío y de mis primos.
Porque solo somos cuatro herederos. Mi hermana, quien me prometió cederme todos sus derechos (a ella no le hace falta), Arturito quien debe estar preparando la valija para viajar, naturalmente yo y Gastón, nuestro primo minusválido. Mi tío dejaría una cláusula, para que yo maneje y administre la parte de Gastón. Ya estaba todo convenido y acordado y ahora este viejo carcamal se deja enredar por una atorranta.

Me “hirve” la cabeza de tanto pensar. Y eso que me considero un intelectual, que es un individuo capaz de pensar por más de dos horas en algo que no sea sexo…
Se nota que no salí a mi tío…


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