lunes, 28 de septiembre de 2009

El arcangel Gabriel no aparece en los lugares que solía frecuentar


El arcángel Gabriel no aparece en los lugares que solía frecuentar.

Me puse el chumbo en la cintura, la cuchilla que me regaló Elidaros en el bolsillo trasero y en mi mano derecha llevaba un bate de béisbol de madera super dura y llamé a un taxi.

—Llevame al parque Lezama…!Rápido!

El tachero tenía una cara de amargado, como si alguien estuviera apretándole los huevos.

—¿Qué le pasa, amigo?— no pude evitar preguntarle…

—Es que recién terminó el partido, y los brasileños nos ganaron por goleada. ¡Estoy re triste, la puta que los parió!

—¡Yo estoy igual! Por eso voy a buscar a un amigo para reventarlo a garrotazos por falluto!

—¿Acaso se burló de usted? Porque en ese caso lo acompañaré para darle unos golpes yo también.

—No hace falta. Con los que yo le daré, va a tener para guardar, convidar, etc. Lo voy a dejar mormoso.

—¡Qué suerte! Digo que suerte que tiene usted de tener a alguien con quien desquitarse. Yo quise darle unos gritos a mi mujer, para desahogarme y me pegó con la sartén de las milanesas. Tuve que salir corriendo porque ella también estaba furiosa. Si lo llega a agarrar al Diego, el pobre gordo no sale indemne.

Me pareció un taxista fuera de lo común por el léxico que usaba. Por lo menos se notaba que tenía cierta educación. Así se lo dije.

—En realidad soy escritor. Manejo un taxi para vivir la vida real y obtener alguna idea para mis cuentos. Escribo mucho en Internet, en un sitio que se llama La página de los cuentos…

Me quedé muzzarela y no le dije nada que yo también tenía veleidades de escritor. A ver si todavía resultaba ser un enemigo que tenía antes y me hubiera visto obligado a garrotearlo un poco. Pero no podía ser, porque mi enemigo escribía muy pero muy mal.

Llegamos al Parque Lezama y me bajé en la puerta del Bar “El limbo”, donde mi ángel de la guarda, el arcángel Gabriel suele parar. Siempre está rodeado de mujerzuela, tomando moscato, que es su bebida favorita.
No estaba y según me dijo el barman, estuvo un rato antes, mirando el partido por la TV, pero se fue antes que empezara el segundo tiempo.
El muy guacho se dio cuenta de la que se venía, por el baile que nos estaba dando Brasil y se fue, ya que estuvo fanfarroneando toda la semana que Argentina iba a ganar, gracias a su ayuda, por intermedio de sus conexiones celestiales. Esos dichos le sirvieron para conseguir algunas copas gratis.
Vuelvo a tomar el taxi que me estaba esperando y enfilamos hacia Constitución. En Garay y Combate de los Pozos hay un piringundín donde trabajan varias chicas de la noche. A Gabriel le encanta pasar por ahí. El taxista bajó conmigo. En cuanto abrimos la puerta, se nos abalanzaron como seis chicas muy pintarrajeadas ellas y con los dientes inversamente proporcionales a la edad, según dijo el tachero (a más edad, menos dientes…
—Gabiel está en la chichocho—dijo la madama a quien le contabilicé tres dientes, si es que podemos llamar diente a algo que le sobresalía sobre el labio. Después me enteré que es un escarbadientes que lleva siempre.
Pueden estar seguros los señores lectores que Gabriel recibió su merecido y estoy convencido que nunca más volverá a ofrecerse para hacer ganar a la Selección, (juegue o no, Riquelme).
Ahora tendremos que enfrentar a Perú, pero la verdad es que no sé a que Santo encomendarme.
Dios dirá. (y no me refiero a Maradona)




1 comentario:

  1. Me pareció muy bueno eso de tener alguien con quién desquitarse, y también tener enemigos que escriben mal.

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