jueves, 28 de abril de 2011

La oficina III

La oficina III



8.45 hs.

Otra vez llegué temprano. Cuando venga el Gordo le voy a poner una cara de perro que no le van a quedar ganas de llegar tarde.

Al llegar al 4º piso, siento un aroma a café que se me hace agua la boca. Sale de la oficina contigua a la mía. ¡Mierda! Es la oficina del Gordo La puerta está abierta y lo veo junto con Lorena, bebiendo café con fruición. El maldito Gordo tiene una taza en la mano y levanta el dedo meñique, el muy maldito.



—¡Hola, Edy! Pase a tomar un cafecito. Está recién hecho —me invita



—Bueno, acepto. Recuerdo que Lorena lo preparaba muy rico…



—¡Qué lástima, Sr. Edy que no tenga crema! Yo sé que a Ud. le gusta con crema…—me dice Lorena muy amable.



La verdad sea dicha. Lorena prepara un café como los dioses, si es que los dioses tomaban café entre trago y trago de Icor. Icor era el elixir de los dioses, según el crucigrama .



—¿Cuándo empieza la secretaria nueva? —me pregunta Lorena



—Hoy lo hará. Espero que ustedes se lleven bien —le contesto.



A las 9 menos 1 minuto llegó Frida, mi nueva secretaria. Le expliqué someramente el trabajo, poniéndo énfasis en las cosas importantes, como preparar un buen café, etc.

Me siento en mi escritorio y me pongo a leer el curriculum que me entregó ayer Frida.

Tiene 55 pirulos, es de Tauro y ha estado solamente en tres trabajos en toda su vida. Conducta ejemplar. Es divorciada sin hijos. También está su foto. ¡Puajjj! Es fea de verdad la pobre.

A la 11 y media me vino a visitar mi mujer. Como anoche le comenté que hoy comenzaba a trabajar mi nueva secretaria, me dice que la quería conocer. Cuando la vió a Frida su rostro se iluminó con una sonrisa.

Menos mal que la elegí a la bruja. Tiene razón mi tío cuando dice que donde se trabaja no se c…

Acompaño a mi mujer hasta la salida, donde estaban varios empleados listos para marcar sus tarjetas de egreso, que cuando vieron a mi mujer apenas disimularon una sonrisa. ¡Claro! Si parezco un marido dominado… Así que para quedar bien la agarro del brazo y le digo con voz grave (como cuando canto Garúa):



—¡Qué sea la última vez que me venís a pedir plata a la oficina!



Mi mujer me miró con bronca, pero se las aguantó y me miró como diciéndome: ¡Ya vamos a arreglar esto en casa!...

¡Mirá como tiemblo!



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