La oficina II
Ayer el día pasó sin mayores novedades. Fui a comer algo rápido en lo de Manolo”s. Almorcé livianito. Un emparedado de bondiola, tres empanadas de carne y dos de pollo, una cervecita y dos porciones de budín de pan con mucho caramelo y un poco de crema chantilly. Este budín de pan es famoso en toda la zona, porque el gallego lo hace espléndido.
No debo comer comida chatarra dice mi médico, así que me abstengo de comer hamburguesas, salchichas o papas fritas.. Me permito comer bondiola porque es la carne más flaca del cerdo. Casi no tiene grasa y es muy sabrosa.
También vinieron a comer algo, el Gordo Gómez y Lorena. Hacen como que no me ven y se sientan detrás de una palmera artificial.
Cuando estoy por pedir un café aparece Ethel la Tesorera. Se me acerca toda mimosa y me pregunta porqué no fui a la casa de ella a comer, como lo hacía antes de irme de vacaciones.
—No quise causarte molestias y además sé que estás de novia con el cadete. Jamás se me ocurriría interferir…
—No seas celoso, tontito. Este muchacho es sólo un pasatiempo. Me atrajo su juventud, paro ya me hartó. Es un bobalicón…
¡Qué Ethel loquita! Lo que no sabe es que ya se me pasó la crisis de satiriasis y seguramente descansaré unos cuantos meses. Ella me ayudó mucho en mi enfermedad y le estoy agradecido…pero nada más.
Así que le aclaro, sin ofenderla, que estoy haciendo buena letra porque de lo contrario, mi tío me va a dar el raje si se entera de algún desliz mío. Y no quise decirle la amenaza de mi mujer. Porque se asustaría si se entera que mi mujer amenazó con castrarme a la primera falta.
Es por eso que andaré un poco reprimido con las señoritas, por pulposas que sean.
A propósito, esta tarde seguramente vendrán algunas chicas por el aviso para secretaria. Trataré de ser ecuánime y justo y elegiré a la mejor, no a la más linda. Lo prometo.
El Gordo Gómez se trasladó a una oficina contigua a esta. La hizo limpiar bien y resulta que tiene una hermosa ventana. ¡Qué boludo que fui! Tendría que haber tomado esa oficina y abrirle una puerta a mi baño privado. Tener una ventana en la oficina es lo máximo. Porque hay que pasar las horas laborales entre cuatro paredes, siempre bajo la maldita luz blanca de los tubos.
15 horas.
Vinieron cuatro señoritas por el puesto de secretaria. Una más pulposa y linda que la otra. ¡Ahh! También vino una vieja, seca como un palo. Tiene mucha experiencia me dice y escribe cerca de mococientas palabras por minuto. Sabe inglés, francés, italiano y ¡ruso! ¡Sí! La muy guacha sabe ruso. Le pregunto burlón si también sabe alemán y me contesta que sí. Que es su lengua natal. Nació en Alemania, la puta que la parió.
Aunque mi otro yo me dice que no la contrate, mi segundo otro yo (porque tengo dos) me dice que si elijo a una de las pulpositas, voy a terminar cantando con voz aflautada el tango “Garúa” que canto muy bien con voz grave y varonil.
Así que la contrato y la pobre vieja no lo podía creer.
Al ver a sus competidoras, ya se había resignado a no conseguir el puesto.
Es que hay cada tipejo en este mundo, que se fijan solamente en el aspecto físico de las candidatas, creyendo tener un levante asegurado.
Por fortuna yo soy un tipo serio y no discrimino a nadie. Aunque muchos envidiosos digan lo contrario.
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