martes, 7 de junio de 2016

Diario de un escritor

Diario de un escritor
Diario de un escritor...

¡Maldición! ¡Siempre escribí sobre esto! Sobre seres marginales, enfermos de tristeza, pobres, hambrientos, derrotados y sin sueños...

Y ahora ¡Maldición! seré uno de ellos...

Miro mi presente y mi futuro, los malos días que seguramente vendrán, de miseria y hastío, suelas carcomidas y ojos con sueño.

Es fácil predecir este futuro. Hacia atrás, casi olvidados, los buenos y alegres días. Un poeta dijo: Quiero acordarme de algo que soñé en Buenos Aires, al comprobar que Buenos Aires no tenía alma...

Yo, por el contrario, quiero olvidar a Buenos Aires, a esa ciudad traidora, que promete todo y no entrega nada.

He aquí, que me alejo del viejo Pilar, donde la vida es diferente. Hay un sol y un vino distinto. Donde el paisaje hace florecer los anhelos ocultos y revela el destino. Aquí, sí se puede ser feliz, pero en mi caso, el viento del Norte tenía otros planes.
No soporto vivir así, atado a convencionalismos.
Sin embargo, la libertad que anhelo, tiene un alto precio que deberé pagar.

Seré amigo de ladrones y prostitutas. Me mimetizaré en las madrugadas temerarias de lobo que aúlla a la luna. Aprenderé del naipe marcado, del botellazo a tiempo, la huida apresurada.
Bailaré sobre el vaho de los insultos y las palabrotas en los bares del Puerto. Allí estará la aventura, el recuerdo, el olvido...En los muelles, la densa niebla será horadada por las linternas policiales, que buscarán al vagabundo errante que se ríe de la vida y de los hombres.

En el mísero hotelucho, los gnomos vendrán a mí, trayéndome briznas de sol. Y después de la espesa borrachera, llegarán mis recuerdos de aquellas mujeres, que me amaron por amor.

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Estas líneas estaban escritas en un cuaderno lleno de anotaciones, en la habitación de un hotel de la zona del Puerto, de un amigo que quiso vivir antes, la aventura que escribiría después. Murió de una cuchillada en el corazón, en una riña callejera, según anunció la policía a sus atribulados familiares. Toda la ciudad de Pilar lamentó su triste final.

A la memoria de Sebastián Salas.

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