miércoles, 21 de octubre de 2009

El hijo de mi vecino


El hijo de mi vecino

Ya les he contado que mi ama de llaves, doña Sofía, anda noviando con mi vecino don Aramís, naturalmente se supone que yo no se nada. Ella debe tener uno 80 años y el viejo más o menos lo mismo.
Anoche doña Sofía me contó que el viejo anda super contento porque el hijo le avisó que lo visitaría. No lo ve, desde hace más de 20 años, ya que vive en Europa Me dice también que el muchacho es un importante funcionario en la ONU y es reconocido mundialmente por sus grandes logros.
Me da un poco de envidia y doña Sofía que me conoce bien, se da cuenta enseguida de lo que me pasa. Me abraza contra su pecho y me da unas palmaditas en la espalda. Mientras me aprieta contra sí, siento el aroma del pan casero, de la yerba mate, de la hierbabuena, del perejil, de las mil flores que ella cultiva en el jardín. Es el olor de las cosas simples que amo y que no cambiaría, ahora, por nada del mundo.
Debo dejar mi pasado atrás, en el baúl de los recuerdos. Lo que fue, ya fue y lo que no fue, ya no lo será jamás.
Me alegro por don Aramís y le digo a doña Sofía que puede disponer de todo el tiempo que quiera, si es que el viejo la necesita para atender a su hijo.

—Pensaba llevarle un par de botellas de buen vino o algún licor—me dice la vieja, mirándome con los ojos pícaros entrecerrados. Sabe que no puedo negarle nada y estoy seguro que ya las llevó. Y además sabe que yo sé.

Como corresponde a un buen vecino, por lo menos acá en al campo, me voy a la casa de don Aramís y lo felicito por la visita que va a tener. Debe ser una alegría total volver a ver a un hijo, después de tanto tiempo.

—Tengo il cuore alborotao—me dice don Aramís— Que mi hijo venga desde Ginebra a visitar a su padre que vive enterrado en este pueblo, en medio del campo. No hallo las horas que sea el lunes, para poder abrazarlo…

—¿Y porqué dejaron pasar tanto tiempo, sin verse? —le pregunté

—Mi hijo por su trabajo, es un hombre muy ocupado. La ONU lo manda de acá para allá. Que en Oriente está por comenzar una guerra, que la India y Pakistán, que los afganos, que los talibanes, etc. Mi pobre hijo se tiene que multiplicar por cuatro para poder atender los innumerables casos que la vida actual presenta y que él debe resolver. ¡Cómo si le pagaran tanto!

—¡Pero su hijo debe ganar una fortuna en el cargo que ocupa!

—Así es. Pero no le alcanza para nada. Porque mi hijo…(Acá don Aramís se tocó el corazón con ambas manos y con los ojos en blanco, continuó) mi hijo tiene un gran corazón y la mayor parte de sus emulo...emolumentos los dona para buenas causas humanitarias en el mundo. Con decirle que varias veces he tenido que mandarle un giro, para que pueda llegar a fin de mes.

—¿Acaso su hijo no sabe que la caridad empieza por casa?

Don Aramís me miró furioso. —¡Ya sabía yo que usted era un hombre raro! Pero lo que no sabía es que carece de corazón y sensibilidad. Mi pobre hijo gastó su fortuna (que la tuvo) en el asunto del Muro de Berlín. Por suerte siempre contó con su padre, modestia aparte, que lo apoyó en todo momento. En parte, gracias a él e indirectamente gracias a mí, los alemanes del Este son libres.

Casi me caí de espaldas al escuchar esto. Me despedí de don Aramís y volví rapidito a casa para entrar en Internet y enterarme de todo el asunto de la caída del Muro. La verdad es que no creía nada de lo que el pobre viejo aseguraba y lo que sí tengo certeza, es que el hijo de don Aramís debe ser un chantapufi, sinvergüenza y a lo único que viene a Derqui, es para esquilmar a su padre.
Lo conversaré con doña Sofía, que aunque viejita, tiene la mente lúcida.

continuará

1 comentario:

  1. Yo que vos vigilaría a ese hijo del vecino. El pobre vecino es inocente, creo.

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